El compromiso, el cemento invisible que mantiene unida a la Logia

El compromiso es mucho más que asistir a las tenidas: es un acto de amor, de constancia y de fraternidad que da vida al Templo interior y sostiene a la propia Masonería. Una reflexión sobre la fuerza del vínculo que nos une como Hermanos.

FRATERNITAT I VALORS

Antoni

11/9/20254 min read

Compromiso y masonería.

Si preguntásemos a cada uno de los miembros de una Logia que aspecto es el más importante para garantizar el buen funcionamiento de la misma, seguramente la mayoría respondería algo relacionado con el compromiso.

Nadie dudaría de la importancia que tiene el nivel de compromiso de cada uno de los miembros de una Logia con la buena salud de la misma. Es probable que lo expresasen desde perspectivas distintas y con diferentes razonamientos, pero con una misma convicción: sin compromiso no es posible la Masonería. Y si esto es así, se podría afirmar que se es masón en la medida y en la forma en que se asumen ciertos compromisos. La ausencia de compromiso es a la Masonería, lo que el agua en la naturaleza, el disolvente universal. El no compromiso de uno, diluye la voluntad de compromiso de los demás. Sin compromiso no es posible la Masonería.

Se pertenece a esta Institución porque un día llamamos a su puerta como hombres libres, se ingresa a la misma por voluntad propia, sin que nadie obligue a ello, y con la sola intención de ser cada día un poco mejores. Durante la Iniciación se jura sobre la invocación del Gran Arquitecto del Universo "el Dios de cada uno", se jura querer a los demás hermanos, socorrerles y darles toda ayuda posible en sus necesidades. Se jura cumplir con las obligaciones de un Oficio y hacerlo con honor y responsabilidad. Con estos juramentos se adquiere un compromiso, y no deberían ser necesarias más razones para que se asuma completamente y para siempre. Y esto es así ya desde el primer momento en que se inicia la vida masónica.

Como profanos, comprometerse es priorizar. Comprometerse puede ser la adopción de una postura ante las opciones que se tienen como individuo de hacer una u otra cosa, de tomar uno u otro camino, de implicarse, de beneficiarse, de arriesgarse, o de limitarte en uno u otro sentido. Como profanos se adopta una determinada postura como resultado de un compromiso, personal o social, en ámbitos como la familia, el trabajo, los amigos, nuestra formación, etc.

Pero a partir de ese minuto, ya como masón, se debe iniciar la generación de otro tipo de compromiso, de un autentico y profundo compromiso, el compromiso del amor. Y este, no se asume sin más. Nace de una decisión, y solo se adquiere con la práctica, trabajando día a día con perseverancia y con esfuerzo, y ha de provenir del hecho de haber adquirido la plena conciencia de que somos a la vez uno y un todo con el Gran Arquitecto del Universo.

El compromiso es un vínculo con uno mismo y con los demás, pero sin contrato. El compromiso real, al estar fundamentado en el amor, es interno, es personal y es el que vale y hace valer al hombre como ser humano. Este compromiso permite no traicionarse, no negarse, no rechazarse y verse y asumirse como uno es, pero por encima de todo, es lo que nos dicta como debe ser el trato con los demás y como nos debemos interrelacionar con ellos.

La persona se compromete cuando actúa con generosidad, cuando busca como dar más afecto, cariño, esfuerzo, bienestar, en otras palabras: cuando va más allá de lo que supone, en principio, el deber contraído. La persona que se compromete es feliz con lo que hace, y no considera el compromiso como una carga, sino como un camino para perfeccionar su persona a través del servicio a los demás.

Os propongo, tal como aconsejaba un hombre sabio, que nos imaginemos la vida como un juego en el que hacemos malabarismos con cinco bolas que se arrojan al aire. Esas bolas son el trabajo, la familia, la salud, los amigos y el espíritu. Pronto nos daremos cuenta que el trabajo es una bola de goma. Si se nos cae, rebota y vuelve. Pero las otras cuatro bolas: familia, salud, amigos y espíritu, son de cristal. Si se dejan caer, van a quedar irrevocablemente dañadas o rotas. Nunca volverán a ser las mismas. Los miembros de una Logia son los unos para los otros, las bolas que se pueden romper. Es necesario reflexionar para encontrar la forma en que debemos manejar las bolas para mantenerlas vivas, para mantenerlas en movimiento, pero teniendo claro que un despiste, o simplemente, el bajar las manos, la inacción, darán con las bolas en el suelo.

El solo hecho de poder compartir un tiempo con personas a las que podemos llamar hermanos, y sentirnos como tal, y en armonía, representa disponer de un auténtico tesoro, tan valioso que debe tratarse con la mayor de las delicadezas posibles, y nunca, nunca hacer nada que lo pueda romper.

En una Logia deberían estar desterrados, en la medida de lo posible, sentimientos como el odio, el egoísmo, la envidia, la soberbia, la deslealtad, o la individualidad. Pero ha de recordarse que la mayor necesidad emocional que tenemos los seres humanos es el sentir el afecto de los demás. Por esta razón, además de sentir afecto, se ha de manifestar con el comportamiento y con las palabras. La cuestión no es si se hace, si no se lo hacemos, con toda la intensidad posible.

Os pondré un ejemplo de lo que significa compromiso. Supongamos que se trata de una comida a base de huevos con jamón. En este caso, la gallina se involucra, y el cerdo se compromete.

¿Conoceis o recordáis el significado del principio hermético, VITRIOL (Visita Interiora Terrae Rectificando Invenies Occultum Lapiodem), Pues es posible que la piedra oculta que el alquimista nos inducía a buscar en nuestro interior, y que transforma nuestro plomo en oro, no sea otra cosa que precisamente un compromiso, un compromiso con la vida: el compromiso del amor.

Antoni.